viernes, 31 de diciembre de 2010

WikiLeaks y la Leyenda Negra

No creo que Bradley Manning, el joven militar norteamericano que desde su base en Bagdad filtró al sitio WikiLeaks el video de un helicóptero estadounidense disparando contra varios iraquíes y, sobre todo, los cables enviados a Washington desde medio mundo por las embajadas estadounidenses, conociese la historia de Antonio Pérez, el secretario de Felipe II. Pero de haberla conocido habría encontrado curiosas analogías entre el español y su persona. Pese a que en una escala de poder la diferencia de cargos entre uno y otro –aquél era un simple soldado y éste, la mano derecha del hombre más poderoso de Occidente en el siglo XVI- son insalvables, ambos tienen en común haber puesto en jaque a las grandes potencias de su tiempo ante la opinión pública.

Antonio Pérez
La historia de Antonio Pérez es de película. Siguiendo los pasos de su padre, llegó a secretario de Estado en 1567, tras catorce años al servicio particular de Felipe II, y a partir de entonces ejerció una influencia inmensa sobre las decisiones del monarca. El rey solía guiarse ciegamente de sus consejos y esa proximidad con el Habsburgo acabó por granjearle enemigos en la corte. Uno de esos rivales era Juan de Austria y cuando éste envió a Madrid a Juan de Escobedo, su hombre de confianza, para recabar información sobre la política que debía seguir en Flandes, Pérez convenció a Felipe II para asesinar al emisario. Antonio Pérez discrepaba de las ideas de Juan de Austria y es probable que se valiese de las tensas relaciones del monarca con éste para presentarle como un disidente y eliminar a Escobedo. Sin embargo, más adelante los rumores sobre la implicación de Pérez en el asesinato se esparcieron por Madrid y, tras descubrir que el secretario le había mentido sobre Juan de Austria, Felipe II, temeroso de que el escándalo le pudiese salpicar, mandó detenerlo. Era 1579 y comenzaba una larga prisión que se prolongaría durante once años. La interrupción del cautiverio no fue voluntaria: Antonio Pérez se fugó con la ayuda de su mujer y se refugió en Zaragoza, donde se acogió a los fueros aragoneses. Juan de Lanuza, el justicia de Aragón, pretendió velar por los intereses del aforado ante un ejército enviado por Felipe II pero su intento le valió la muerte. Pérez huyó entonces a Francia y poco después a Inglaterra, donde sus informaciones servirían para planear el ataque contra Cádiz de 1596. Además publicaría Relaciones y Pedaços de Historia, dos obras que conocerían una increíble difusión en Europa y que servirían para dar rienda suelta a la Leyenda Negra y extenderían los tópicos sobre la arrogancia y maldad de los españoles.

Bradley Manning
Ciertamente la trayectoria del joven Manning no es tan compleja y enrevesada. Nacido en Oklahoma de padre norteamericano y madre galesa, se alistó en el ejército de los Estados Unidos en 2007, después de haber trabajado en restaurantes y en una tienda de informática, y fue enviado a Irak dos años después. Allí –ya se conoce la historia- familiarizado con las redes SIPRNet y JWCIS, tuvo “acceso sin precedentes a redes clasificadas durante 14 horas al día, siete días a la semana, durante más de ocho meses”, según refirió vía chat a John Lamo, un reputado Hacker admirado por Manning. Lamo no cumplió con las expectativas del soldado y le denunció pero ya era tarde. Había tenido tiempo de enviar más de 250.000 documentos clasificados a la web WikiLeaks de Julian Assange. Fue detenido y la sombra de Assange ha incluso cubierto al soldado. Ahora sólo cabe preguntarse si las informaciones desveladas por Manning y difundidas por Assange acabarán convirtiéndose, como las Relaciones de Antonio Pérez, en alimento para una nueva Leyenda Negra.

jueves, 30 de diciembre de 2010

Pero, ¿Tú no ibas bien en clase?

Cuando terminé la EGB y pasé al instituto perdí el contacto con algunos compañeros de clase. Al acabar el instituto y empezar la universidad, prácticamente no sabía nada de lo que había sido de muchos de los niños de mi clase del cole, ni ellos de mi. Así que, cuando un día me encontré con una ex-compañera acompañada de su madre, nos pusimos al día haciéndonos las típicas preguntas: ¿Qué estás haciendo? ¿Estás estudiando? Yo respondí que estaba en la universidad estudiando historia. La señora entonces me miró frunciendo el ceño y me espetó: "¿Pero tú no ibas bien en el colegio?". "Sí", le respondí un poco avergonzada, "aún voy bien".
Sé que ella no quería en absoluto ser descortés o hacerme un feo, sólo que en su cabeza no cabía que alguien que "iba bien" estuviera estudiando historia y no derecho, medicina, ingeniería o "algo de provecho".

Puede que alguno de los lectores "de letras" se sientan un poco identificados con esta anécdota ya que tradicionalmente se ha asociado estudiar sociales o humanidades con no poder estudiar otra cosa.

Una vez en la universidad, hubo que enfrentarse con otros tópicos. Una profesora dijo una vez en clase que mucha gente cuando hablaba con alguien que estudiaba o había estudiado historia no podía evitar hacer preguntas tipo Trivial, como si fuésemos enciclopedias andantes: ¿Qué día de la semana fue la batalla de Las Navas de Tolosa? ¿Cuánto medía Carlomagno? ¿Cuántos espectadores cabían en el Coliseo? "Preparaos", dijo aquella profesora. Y... ¡Era verdad! La gente pregunta cosas extremadamente concretas y cuándo uno no sabe qué contestar (lo que suele ocurrir a menudo) le miran con cara de :"Entonces ¿Qué aprende esta gente en clase?"

Si unimos que, se supone, no somos los más listos a que encima no sabemos NADA, la imagen del pobre estudiante de historia no suele gozar de mucha consideración.

Por eso, uno de los objetivos de este blog es precisamente explicar qué hacemos los que nos dedicamos a la historia, cuáles son las dificultades de la investigación histórica, qué aprendemos y de qué le sirve la historia a la sociedad.

Así que ya saben, la próxima vez que coincidan con un estudiante/licenciado en historia, tengan piedad: no es la Wikipedia.

martes, 28 de diciembre de 2010

Limpieza en seco

Si ha creído, por el título, que le íbamos a dar consejos sobre cómo limpiar las manchas de champán navideño de sus prendas de piel, está muy equivocado, porque de lo que trata esta entrada es de hábitos de limpieza e higiene en la Edad Moderna en la Europa occidental.

Aunque en películas y series ambientadas en el periodo podemos ver cómo los personajes toman baños y usan el agua, lo cierto es que esa no era la costumbre generalizada.
Si bien es cierto que desde la Antigüedad en buena parte de Europa se hizo uso habitual de los baños públicos y que la limpieza corporal estaba ligada al uso del agua, una serie de circunstancias hizo que paulatinamente desde el siglo XVI se fuera abandonando esta práctica.

El azote de la Peste Negra en Europa causó no sólo una debacle demográfica sino también produjo cambios en la mentalidad y hábitos de la población. Como he dicho, los baños públicos herencia de los romanos se usaban con cierta frecuencia en Europa, pero tras la peste se fue extendiendo la creencia de que en los baños se producía con mayor facilidad el contagio y, por tanto, había que evitarlos. Esta tendencia se acentuó a partir del siglo XVI en la Europa occidental, cuando se empezaron a tomar más medidas higiénicas para controlar las epidemias.

Entre la población caló la idea de que bañarse era peligroso. Con el agua caliente y el vapor los poros de la piel se dilatan y así, se creía, los agentes patógenos podían penetrar más fácilmente en el organismo.
Se impuso la LIMPIEZA EN SECO. Lo único que seguía lavándose con agua, a veces mezclada con vinagre, vino o alcohol, eran la boca y las manos.
Este cambio de hábito no significó una disminución en la preocupación por la higiene sino todo lo contrario. Se preocupaban mucho pero consideraban mejores otros métodos.

Un famoso arquitecto explicaba en 1626: “Hoy en día el uso de la ropa interior nos permite mantener limpio nuestro cuerpo con más comodidad que los antiguos con los baños. Entonces el uso de la ropa interior era desconocido y para estar limpio había que lavarse. Pero hoy, gracias a ella, se puede prescindir cómodamente”.

                                            Pieter de Hooch, Cuidados maternos

La limpieza consistía en enjugarse el sudor, frotarse con paños limpios o aromatizados y empolvarse. En este contexto la ropa interior adquirió una gran importancia, ya que se creía qua absorbía la suciedad y eliminaba las impurezas del cuerpo. Era fundamental mantenerla limpia y mudarse frecuentemente, lo que también ayudaba a detener o, al menos, retrasar la aparición de pulgas y piojos, algo muy habitual entre prácticamente toda la población. De hecho, una de las tareas de una buena madre era despiojar y espulgar a sus hijos.

                                     Murillo, vieja despiojando a un niño

La limpieza en seco fue práctica generalizada hasta bien entrado el siglo XIX, aunque, por supuesto, en todo este fenómeno hubo diferencias geográficas y cronológicas.

Para saber más: Sarti, Raffaella, Vida en familia, Barcelona, Crítica, 2002.

lunes, 27 de diciembre de 2010

El rey tartamudo

La Historia del siglo XX está plagada de grandes discursos y frases legendarias de líderes, reyes y estadistas que hiceron de la elocuencia un arma para ganarse a las masas o desacreditar a sus enemigos. Kennedy acuñó la  célebre cita en alemán “Ich bin ein berliner” (Yo soy berlinés) durante una visita a Berlín Occidental en 1963 para solidarizarse con los habitantes de la ciudad ante el bloqueo impuesto por la Unión Soviética; Gandhi plasmó su defensa de la no violencia como única vía para hacer frente a la dominación británica y alcanzar la libertad en 1948 con el famoso aforismo “Ojo por ojo y el mundo acabará ciego”; Suárez popularizó en la España de la Transición el “Puedo prometer y prometo” y Obama hizo del “Yes we can” de las elecciones presidenciales de 2008 en Estados Unidos el lema perfecto para convencer al pueblo norteamericano de que el cambio era posible. Todas ellas son frases que han hecho fortuna y que la gente recuerda pero no todos los hombres públicos tuvieron de su parte el don de la palabra.


El rey Jorge VI de Reino Unido (1895-1952) fue desde muy temprana edad tartamudo y todas sus apariciones públicas, sus discursos en la radio o sus alocuciones en espléndidas cenas repletas de invitados se convirtieron para él en un auténtico suplicio. La película El discurso del rey (The King’s speech, en versión original), dirigida por Tom Hooper y con Colin Firth en el papel de Jorge VI, indaga en el transtorno de comunicación que padecía este monarca británico, padre de la actual reina Isabel, y su lucha por superar esa tara con la ayuda de un peculiar australiano especializado en los problemas del habla. A partir de este asunto, el director abre la puerta del palacio de Buckingham para que el espectador pueda observar cómo era la vida en la corte londinense del periodo de entreguerras y encontrarse con el primer ministro Neville Chamberlain o su sucesor, Winston Churchill. Pero, sobre todo, pone sobre la mesa los complejos y las debilidades de los segundones, aquellos hijos de los reyes que no nacieron para gobernar y que vivieron siempre a la sombra del primogénito. Jorge VI tampoco había nacido para ser el soberano de una cuarta parte de la población mundial que nacía, vivía y moría en el Imperio Británico. Era el segundo hijo varón de Jorge V y no estaba previsto que llegase a alcanzar la corona. Quizás por eso era un individuo acomplejado y lleno de miedos y reparos que le habían convertido en tartamudo desde pequeño frente a la vitalidad de David, su hermano mayor, que pasaría a gobernar con el nombre de Eduardo VIII pero que terminaría abdicando sólo unos meses después de su coronación por amor a una mujer divorciada. Los esfuerzos de Jorge VI para vencer sus limitaciones y convertirse en un rey digno capaz de dirigirse a sus súbditos en momentos tan difíciles como los que antecedieron a la II Guerra Mundial aprovechando las posibilidades que ofrece la radio marcan el ritmo de esta extraordinaria película y ponen de manifiesto la creciente importancia de los medios de comunicación y la propaganda en aquella época. En definitiva, cine del bueno y rigor histórico que, pese a las limitaciones vocales de Jorge VI, dará que hablar.

domingo, 26 de diciembre de 2010

Presentación

Somos dos doctores en Historia interesados tanto en la investigación como en la divulgación histórica. Nos conocimos en el otoño de 2005 cuando ambos realizábamos una estancia de investigación en el Archivo Secreto Vaticano. Desde entonces hemos compartido inquietudes acerca de la difusión de conocimientos en Historia y nos hemos preguntado varias veces porqué si a la gente le gustan tanto las novelas históricas, las películas históricas, las series históricas..., no le interesa las obras de Historia, las obras científicas de Historia; si existe algún modo de hacer llegar al público general lo que se está haciendo hoy en investigación histórica sin que sea árido; o si se puede hacer divulgación sin aburrir. De las conversaciones sobre el éxito de tal o cual película o serie, a veces de dudosa calidad, sobre las revistas de divulgación, sobre la necesidad de dar a conocer el trabajo de los investigadores, fue surgiendo la idea de “hacer algo”. Ese “algo” se ha convertido en este blog en el que vamos a intentar acercar la Historia como ciencia a todos los públicos. Explicando las cosas como nos gustaba que no las explicasen a nosotros, contando qué es eso de ser historiador.

Esperamos que encontréis de interés lo que os ofrecemos.